Las aguas superficiales, generalmente extraídas de ríos, están siendo cada vez más consideradas por la industria cervecera, a pesar de haber sido menos comunes en el pasado, dado que la disponibilidad y calidad pueden variar considerablemente según el clima y la estacionalidad.
Sin embargo, la calidad del agua superficial suele ser deficiente, principalmente debido a la presencia de sólidos suspendidos y la presencia de microorganismos nocivos, así como otros agentes contaminantes ocasionados por los vertidos de la actividad humana. Como resultado, a menudo se requiere un tratamiento más riguroso en comparación con las aguas subterráneas.